La escritura es difícil de aprender para los niños zurdos, además, usualmente los profesores rechazan enseñar a los niños del modo que les es más sencillo. El resultado es que la mayoría de niños zurdos escribe con la mano torcida con respecto al antebrazo, en vez de simplemente inclinar el papel o ponerlo al otro lado del cuerpo. De este modo la mano va cubriendo la tinta fresca, forzando al amanuense a levantarla del papel y haciendo la sujeción aún más incómoda. Se emborrona y mancha además: los dedos, el canto de la mano y el puño de la manga. Cuando la mano izquierda se coloca correctamente, está por debajo la escritura. Los diestros van apartando la mano de lo escrito con su avance al escribir, y cuando llegan a la línea siguiente han pasado unos segundos que le han dado tiempo a secar a la tinta.
Observaciones indicativas de prejuicios como: «me pone nervioso verte escribir», «tienes que coser para el otro lado», «llevar el reloj en la derecha es de «maricas»»…
Hasta hace muy poco, en China, los zurdos eran coaccionados para ser diestros. En este caso en parte era porque, así como los caracteres latinos se escriben fácilmente con la izquierda, los caracteres chinos resultan ininteligibles. Algunos trazos se entorpecen con los dedos de la mano izquierda. La dirección prescrita para cada línea, sigue la amanuencia derecha de cada movimiento.
Tan recientemente como en los inicios del siglo XX, los profesores de escuela en los Países Bajos forzaban a la escritura diestra (convirtiéndolos así en ambidiestros) a chicos de amanuencia zurda.
Hasta el final del siglo XX, Las monjas católicas romanas en las escuelas elementales de Estados Unidos castigaban a los niños por usar su mano izquierda para escribir, típicamente dándoles un golpe con una regla si intentaban agarrar un lápiz con ella.
Igualmente, en España, hasta los años 60, en los colegios no se permitía que los exámenes de ingreso en el Bachillerato se redactaran con la izquierda, obligando a los niños a ser ambidiestros.